martes, 10 de enero de 2012

El día de mi conversión

Quizá no parezca muy atractiva, pues no vengo de un pasado lleno de violencia o traumático donde Cristo entró y rescató como un superhéroe al que estaba en la casa en llamas. Quizá tu historia sea parecida, pero no olvides que tanto yo como tú o como cualquier otra persona en el mundo necesitábamos un Salvador por eso vino Cristo, a buscar y salvar lo que se había perdido.

¿Cuándo fue? La verdad, debo confesarles que no lo sé, no me acuerdo; pero sí tengo marcada en mi memoria dos episodios muy importantes y se las voy a contar.

Bueno, me presento; Soy Nélson, sí con tilde en la "É", aunque es una falta ortográfica, creo que la persona que me inscribió en el registro de las personas de Posadas, Misiones; una pequeña provincia al noreste argentino, pensó que iba a escribir Néstor, el cual sí lleva tilde, pero en fin, así comenzó mi vida. Nací el 1 de agosto de 1.977, a las 4 de la madrugada. El décimo de 11 hermanos, en sí somos 9 varones y dos mujeres. Mi papá: Sinforiano Cabrera, paraguayo. Y mi mamá: Dominga Pana, argentina.
Cuando llegué a este mundo ellos ya eran cristianos, asistían a una iglesia bautista de la ciudad. Viví en Paraguay desde los 3 hasta los 5 años, cuando volvimos a Argentina por cuestiones de escuela de mis hermanos y mio, que iba a comenzar la primaria. Papá vendió todo lo que tenía en Paraguay y nos cambiamos a Posadas a un barrio llamado “Villa Dolores”.

En esos días mi papá tenía un amigo “don José Lacoque” quien lo llevó a una iglesia de los hermanos libres, que se encuentra hasta hoy en la Avenida Trincheras de San José y la Avenida Uruguay de Posadas. Las iglesias de los hermanos libres no tienen nombres, así que se las conoce por el nombre de la calle o por el barrio, en su mayoría, ésta era: “Iglesia Cristiana Evangélica Trincheras de San José” o “ICE Trincheras”. Yo tenía 5 años cuando comenzamos a asistir a esta iglesia. Todos los domingos, los hijos de los fundadores: James y Roberto (Boby) Jack nos iban a buscar en un gran colectivo (bus) al igual que a muchos hermanos para que todos estuviéramos a las 9: 30 en la iglesia y nos llevaban nuevamente al finalizar la escuela dominical. Era una aventura ir por la casa de todos los hermanos cada domingo. Corría el año 1.982 y nació mi hermana menor y última de los hijos, Soledad.

A medida que pasaban los años nos relacionamos más y más con la iglesia. Nos familiarizamos con todos y mis hermanos mayores, los que estaban solteros y vivían en casa comenzaron a involucrarse en las actividades de la iglesia y sus programas. Yo crecí escuchando del evangelio, vi diferentes a muchas personas levantar su mano tras una predicación. Vi orar a algunos niños con los maestros de escuela dominical con un libro sin palabras, lleno de colores. Conocía de memoria versículos como Juan 3:16 “porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito; para que todo aquel, que en él cree; no se pierda mas tenga vida eterna”. Entendía, bueno eso pensaba, el plan de salvación. Orábamos cada día y escuchaba las prédicas de mi papá a los vecinos. Por muchos años tanto en Paraguay como en Argentina, donde vivíamos, mi papá daba estudios bíblicos a los vecinos, y aunque no teníamos una iglesia en mi casa, él siempre hacía reuniones y les predicaba. Puedo recordarlo aun, con una camisa blanca mangas cortas a cuadros, su Biblia en la mano y forma de sostenerla tan particular, hablándoles de Jesús. Para mí la vida cristiana era eso, la que yo tenía; iba a la iglesia, mi papá un predicador, mis hermanos involucrados en las actividades y oraciones todos los días.

Una vez papá se había enojado mucho con nosotros porque todos nos habíamos vuelto unos “maleducados” y realmente era así, con mis hermanos buscábamos cuales eran las palabras más groseras e insultos más desagradables para decirnos. Papá estaba realmente molesto, así que una noche nos reunió y dijo: “esta familia está al borde del desastre, estamos lejos de Dios y debemos volver a Él. Así que de ahora en más vamos a leer la Biblia y orar todos los días; todos, obligatoriamente”. Creo que tenía alrededor de 8 o 9 años; con Daniel, mi hermano mayor por dos años, nos fuimos a la sala y nos arrodillamos, teníamos un cuadro del Señor Jesucristo orando en Getsemaní y frente a él orábamos cada noche. Es chistoso, hasta hacíamos competencias: “quién oraba más veces”, yo pensaba que si oraba dos o tres o cuatro veces Dios me escucharía más que a Dany.

Estaba cursando el séptimo grado de primaria, tenía entre 12 y 13 años. Estaba enamorado de una compañera de grado, pero ella se había puesto de novio con mi mejor amigo (no les voy a dar nombres, así que no se ilusionen ni insistan). Me sentía tan mal por todo eso, ya estábamos por irnos al viaje de egresados que teníamos al finalizar clases. Esa noche luego de enterarme de su romance, sentía un gran vacío en el pecho, como si me faltara el aire y oré, le pedí a Dios que me quitara ese sentimiento. Entonces en plena oración me di cuenta que nunca le había pedido a Dios que entrara en mi corazón, y en pocas palabras le dije: “Jesús, sé que nunca te pedí que entres en mi vida y sé que te necesito”. Realmente me sentí aliviado, como si toda esa angustia hubiera desaparecido en un solo instante. Al otro día estaba tan contento que le conté a Alejandro Medina un amigo que vivía frente a nuestra casa.

Pasaron los años y en mi primer año de escuela secundaria, era 1.991 y yo estaba más involucrado en el grupo de adolescentes de la iglesia. Mis hermanos habían testificado a muchos de mis compañeros que venían a casa a hacer sus tareas, y ellos aceptaron a Cristo. Algunos llegaron a ir a la iglesia conmigo, es más Javier Lagardo aun sigue asistiendo hoy, después de 20 años.

Era día de mi cumpleaños, 1 de agosto. Creo que me jugaron una broma, pero nadie me saludó por mi cumpleaños, si no recuerdo bien, fue un sábado; porque había una actividad con los jóvenes en la iglesia. Yo estaba en casa, me sentía triste porque nadie se acordó de mi cumpleaños y me acosté temprano, tomé la Biblia de los Gedeones, un pequeño nuevo testamento azul, y comencé a leer, leí Romanos capitulo 3, y de pronto como nunca antes me impactó el versículo 23: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” ya lo había leído muchas veces antes, hasta lo sabía de memorias. Pero ese día decidí aceptar a Cristo como mi Salvador. No me acordaba de la oración que hice años atrás, no estaba seguro si era salvo, mis hábitos pecaminosos, mi falta de crecimiento espiritual, todo me hacia dudar si realmente era o no un hijo de Dios. Así que, por las dudas, acepté a Cristo una vez más; ese año a finales, me bauticé.

En lo personal, no sé si te ocurrió a ti; pero acepté a Cristo varias veces, no entendía que murió y resucitó una vez y para siempre. Me sentía culpable por no poder superar mis luchas, por caer en los mismos pecados una y otra vez, que no creía que Dios me podía perdonar tantas veces y que no merecía ser un hijo suyo. Decía: “si fuera su hijo, habría cambiado”, hoy sé que todos esos pensamientos eran por mi falta de conocimiento de la verdad, por falta de madurez y por escuchar las mentiras de Satanás.

Fueron tantas veces que hice una oración por salvación que hoy no estoy seguro cual fue la real, pero creo que fue la de 1.990. Como nunca estuve seguro, decidí reconocer mi fecha de salvación como el 1 de agosto de 1.991, la verdad no me interesa mucho el día, sólo sé que un día Jesús entró en mi vida, me salvó y soy un hijo de Dios.



Como te dije, mi vida no fue tan espectacular como la de otros. A veces pensamos que un testimonio de salvación es bueno cuando vienes de un contexto de desastre total. Pero déjame aclararte algo, Jesús hizo el milagro más grande en mí al salvarme, no importa el tipo de vida que lleves, no importa cuántos pecados hayas cometido, sin Cristo estás perdido, vas camino al infierno; pero Él vino a buscarte porque te ama. No dejes de ver ese milagro, la salvación.

Si estás leyendo esto y nunca has recibido a Jesús como Salvador, te doy unos puntos que consideres:
1-    Todos somos pecadores y estamos alejados de Dios.
2-    Dios nos ama y quiere limpiarnos de nuestros pecados y tener una relación personal con nosotros.
3-    Jesús, siendo Dios, tomó la forma de hombre y murió en la Cruz y resucitó para darte perdón y vida eterna.
4-    Sólo tú puedes pedirle de corazón que te salve, arrepiéntete de tus pecados, pídele perdón e invítale a que entre en tu vida como Salvador y Señor.
5-    Agradece cada día por el milagro de tu salvación y cuéntale a otros la decisión que tomaste, será de mucha bendición. A mí me gustaría escucharlo.
Espero que esta historia te haya gustado, deja tu comentario, compártelo a otros, no sé; haz lo que quieras, pero nunca olvides que tu salvación es el milagro más grandioso que pudo ocurrir. Jesús dejó los cielos para venir a buscarte y darte vida eterna.

1 comentario:

  1. Que chevere Cuñis!!!! que novia? que mejor amigo??? quiero saber!!! jajajjaa, pero de verdad que lindo es poder identificarme contigo en muchas cosas que escribes, como tu testimonio de hoy. Me ayudó mucho,GRACIAS!!!

    ResponderEliminar