viernes, 20 de enero de 2012

El rebelde

Jorge creció en un hogar cristiano, tuvo todo lo necesario en su vida, pudo estudiar y conocer acerca de Dios. Estaba a la mitad de la familia, era el hermano del medio, los mayores, los menores y él en el medio. Se quejaba de que no era tenido en cuenta porque estaba en el medio. Siempre fue muy atlético y carismático, gozaba de buena salud y tenía muchos amigos.

En su trabajo era eficiente y ascendía de puestos. Llegó a ser gerente de una empresa. Se casó con una hermosa mujer y tuvo tres hijos. Tenía una pequeña casa, un trabajo y una familia. Buena relación con sus parientes y cada tanto volvía su mirada a las cosas de Dios.

Pero Jorge tenía cosas escondidas, no pudo librarse de las cosas del pasado, de hábitos y de vicios. Un día se despertó y se encontró enfermo, sin familia, sin trabajo ni amigos, en una pequeña choza de indigente y los únicos que estaban a su alrededor eran borrachos como él. ¿Qué pasó con él?, ¿Cómo llegó hasta aquí?; esas eran preguntas que todos se hacían e incluso él mismo se las repetía una y otra vez, y al no encontrar respuestas las ahogaba en otro vaso de alcohol.

En realidad años atrás se dedicó a cultivas hábitos que destruyeron su vida por completo. A los 18 años comenzó a fumar e ir de fiestas en fiestas, ahí conoció a la mujer que ahora es su esposa. Trabajaba en una casa de deportes y fue despedido por robar zapatos, su falta de compromiso con el trabajo hizo que sus jefes no lo soporten más. Consiguió otro empleo en una empresa de electrodomésticos y pudo ascender rápidamente y con buenas ganancias y beneficios. El hecho de que esté en buena situación lo hacía muy independiente. En esos años se casó con Carmen, un embarazo apresurado fue el motivo, pero se amaban. La vida desordenada que llevaba hizo que pronto perdiera también este trabajo y tuvo que refugiarse en su familia y buscar ayuda en ellos. Consiguió varios trabajos eventuales, pero su compañía de amigos lo involucró más y más en el alcoholismo. Una noche llegó golpeado y con cortes en su cuerpo, se dijo que una banda de maleantes le cobraron una deuda, se había dedicado a buscar jóvenes para unos mafiosos homosexuales quienes le pagaban para que traiga amigos a sus fiestas. Fue, repetidas veces, detenido por posesión de marihuana, por peleas callejeras y disturbios.

La relación con su familia comenzaba a dificultarse, cada vez que estaba en casa golpeaba a los niños, que ahora eran tres. Un día Dios golpeó a su puerta, todos quedaron atónitos por la forma en que Dios estaba llamando su atención, recordándole que lo necesitaba por sobre todas las cosas. Esa mañana Carmen y los niños fueron a visitar a sus padres, él fue al trabajo. De repente los vecinos llamaron porque su casa se estaba incendiando. Todo, absolutamente todo se quemó, quedaron en la calle. Algunos vecinos lo culparon a él del hecho, pero cualquiera haya sido el culpable, Dios utilizaba esta situación para atraerlo hacia Él. La iglesia de los padres de Jorge dieron una mano, los apoyaron espiritualmente y prácticamente le construyeron una nueva casa, mucho más amplia y cómoda. Carmen no podía creer cómo recibieron tanta ayuda de gente que ella en lo personal no conocía.

Él volvió su mirada a Dios, podríamos decir que se reconcilió con su Padre celestial. Volvió a tener un trabajo y cuando las cosas comenzaron a estar bien, nuevamente estaba envuelto en problemas y alcoholismo. Dejó a Dios, volvió al mundo de donde sólo tuvo problemas. Sus adicciones y amigos lo llevaban cada vez más y más por un camino de soledad y pérdidas continuas. Carmen sufría el hambre y la falta de comodidad; recibía la paga de algún trabajo y se lo gastaba en alcohol, luego lo que sobraba daba al hogar. La situación era insostenible. Sus argumentos eran contra su familia. Carmen decía que era por falta de amor de sus padres, que por ser el hijo medio, no recibió la atención necesaria y muchas otras justificaciones; él decía que todo era consecuencia del pecado de su padre, que visitaba hasta la tercera generación. Lo obvio era que su vida estaba sin Dios.

Fue entonces cuando Dios tocó por segunda vez su puerta, esta vez una enfermedad a su hijo menor, una especie de lesión en la piel, casi se podría decir que era como lepra; una serie de heridas cubrían la piel del pequeño, desde la punta del pie hasta la cabeza. Enfermedad muy rara, los médicos no podían diagnosticar con certeza, probaron muchos medicamentos, hasta que se quebrantaron frente al Señor nuevamente. Volvieron a la iglesia y al cabo de varios meses el niño estaba sano, parecía un milagro, y claro que lo era. Carmen no podía entender lo que ocurría y culpaba en cierto modo a Dios por lo que pasaba. Pocos meses más adelante, Jorge volvió a su antigua vida, pero pareciera que cada vez con más fuerza, un camino cada vez más obscuro lo rodeaba. Cada vez que estaba borracho reclamaba a Dios su situación y culpaba a sus padres por su forma de vivir.

Los hermanos de Jorge comenzaron a ayudar a su cuñada y sobrinos, pero pronto se encontraron con las acusaciones de él que ellos estaban buscándola en una forma amorosa, lo que los llevó a alejarse y darles ayuda menos frecuente. Fue ahí cuando ella buscó a Dios, unas personas de una secta religiosa la buscaron y le enseñaban su falsa doctrina, le ordenaron que comer y qué no. Como vestirse y qué día asistir a la iglesia, todo giraba en torno a leyes y reglas. Uno de los hermanos de Jorge los visitó y compartió el evangelio con ellos, ese día Carmen aceptó a Cristo como su Salvador, reconoció su pecado y confió en su muerte y resurrección para vida eterna. Carmen se convirtió en una hija de Dios, limpia de sus pecados por la sangre de Cristo y con una nueva esperanza.

Para estos años sus hijos crecieron con la imagen de un padre ebrio que golpeaba y nadie quería estar con él. Carmen soportaba sus abusos y maltratos de todo tipo. Se refugiaba en su familia y sus suegros. Pero para Jorge todo estaba bien, la pobreza era designio de Dios y esto era lo que Dios tenía para él. Cada vez que hablaba con sus hermanos les decía que no podía cambiar y que aun no había tocado fondo, que Dios aun no lo quebrantaba y que no podía hacer nada hasta que Dios quiera hacer un cambio milagroso en él.
El tiempo corrió sin contemplación, sus hijos crecieron con rencor, con necesidad de un padre y los mayores ya adolescentes no querían ni decir que el borracho del barrio era su padre, se escondían de él cuando lo encontraban en algún lugar.

La vida de Jorge cada vez era más desastrosa, comenzó a robar a su propia familia, a sus hermanos, a sus padres, aun a sí mismo. Un día Carmen se levantó y no encontró el tanque de gas, él se lo robó para comprar alcohol. Pero según él no llegaba aun su momento de volver a Dios porque no tocaba fondo, porque Dios no lo quería cambiar.

Ahora la enfermedad llegó a él, Dios tocó lo que él más amaba, su propia carne. Como en la historia de Job, ahora tenía que enfrentar una enfermedad que lo dejaba en el suelo, aislado y sólo podía clamar a Dios. En este tiempo de enfermedad no pudo probar alcohol y fue ahí cuando Carmen se dio cuenta de la clase de persona que era Jorge, realmente era un hombre malo, lleno de odio y rencor, rebelde a Dios y sin amor por su familia; ya no había alcohol a quien culpar, no estaban sus vicios como excusas de su comportamiento, Jorge era un hombre malo y decidió abandonarlo.

Jorge no tenía a nadie más que a su madre, quien tampoco podía tenerlo en su hogar porque él se robaba las cosas de la casa y las vendía para tener algo que tomar. Fue a vivir en una pequeña choza, donde varias veces amanecía como muerto por el frio y envuelto en su propio vómito. Qué dolor para el corazón de una madre ver eso todos los días.


Ya han pasado más de 25 años y Jorge parece no haber tocado fondo, se levanta, se queda mirando al vacío, enciende un cigarrillo y no sabe como fue que llegó a donde está. No tiene familia, sus hijos no lo quieren ver, su esposa no puede vivir a su lado y sus hermanos no quieren darle más ayuda, no confían en él. Sólo tiene a Dios, pero su rebeldía y dureza de corazón lo hace mantenerse alejado de Él. El alcohol hoy hace mellas en él, tiene enfermedades a consecuencia de los largos años de adicción. Pero aun así no vuelve a Dios. Una vez se creyó dueño de su vida y decidió tomar el control de ella, hizo a Dios a un lado y no pudo regresar nunca más a sus pies.

Lo más triste de esta historia es que es real, que pasa y que podría ocurrir a cualquiera que se aleje del Señor, que decida vivir su propia vida y dejar a Dios a un lado de su vida. No te arriesgues a jugar con el pecado, a abandonar el camino del Señor, porque aunque Dios toque tu puerta varias veces, puede ser que tu corazón se endurezca tanto que no lo deje entrar más. Y como en el caso de Jorge, lo peor que puede pasar es que Dios deje de insistir. Te amamos Jorge y oramos para que vuelvas.

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